Con una Mariola despoblada; sólo algún atisbo de Camilo en lontananza, Rafa y yo nos pusimos a jugar el sábado bajo un opaco cielo gris al que le presagiaban lluvia. Jugamos una hora y cuarenta minutos; de ese tiempo, una hora lo hicimos bajo las cálidas gotas de agua con las que las nubes negras quisieron regalarnos. ¡Poca cosa el agua para echarnos a nosotros dos de la pista!
Tras dos set de calentamiento (he jugado a penas seis partidos desde el verano), empezamos el partido y cuando íbamos 4-4 el aguacero era ya insoportable y la pista estaba a punto de convertirse en una de patinaje artístico. Lo dejamos.
Por la tarde, tocaba billar y Rafa me ganó por una sola carambola. ¡Lo que hay que hacer por un ex-campeón del mundo!
Hoy, domingo, jornada de votaciones histéricas e históricas, jugamos dos set bajo un cielo limpio. El primero 6-1 para Rafa. El segundo nos pusimos 6-6. Impresionantes los dos. Llegamos al 8-7 para mí y bola de set. Cometí un error: correr a 200/hora a por una dejada. Fallé tontamente. Nos pusimos 9-9 y mi gemelo izquierdo se despertó de golpe. Demasiadas carreras, demasiados golpes a toda potencia... Teníamos que haberlo dejado en ese punto, pero ya sabéis, aquí nadie abandona. Y ganó Rafa por 11-9.
Cuando llegué a Sevilla y bajé del coche, no podía andar entre las agujetas y el gemelo pero ¡Qué cara de felicidad se me ha quedado!
La nueva raqueta (que lo diga Rafa) espléndida. Me paso a Babolat desde ahora mismo.
En Mariola ha ocurrido algo chusco que ya os contaré más adelante. Está claro que si los tontos volaran, ya tendríamos allí un helipuerto.
En Mariola ha ocurrido algo chusco que ya os contaré más adelante. Está claro que si los tontos volaran, ya tendríamos allí un helipuerto.