
Luego, yo cogí a Jose y le di un 6-1 para que se fuera a E.E.U.U. (Los Angeles), calentito.
El Domingo, partido de gran espectación. Rafa había prometido -en toda la prensa nacional-, ganarle a Manuel por 6-0, 6-0 y sabe Dios cuántos ceros más. Fue un partido duro. Si Manuel jugó bien, mejor lo hizo Rafa y, aunque corrió lo suyo -lo coge todo y lo devuelve todo- ganó el partido por un resultado distinto al esperado: 6-0, 6-1, 6-2, 6-1, 6-3. O sea no conseguió su objetivo de al menos dos roscos seguidos. ¡Juro por los dioses del Olimpo griego que hice todo lo que pude, le metí bolas imposibles de esquina a esquina, a más de doscientos por hora; tuvimos ataques y contrataques de más de tres y cuatro bolas muy rápidas, pero Rafa es de blandiblug y sabe muy bien como defenderse tirando bolitas para arriba!
Bueno, ya lo cogeré más adelante. La verdad es que hizo un partidazo y pasamos un buen rato, como hermanos gladiadores en un circo romano. El delante de un tigre; yo delante de un león.
El día acompañó con un sol radiante, a seis grados de temperatura a las nueve, pero ambos sudando como dos amigos entrañables. Los demás estaríais durmiendo y criando barriguita. ¡Que las pulgas del Averno os piquen ahí, donde más duele!
Camilo estuvo con nosotros los dos días. Sigue mejorando y esta a punto -según sus palabras-, de sacarse el carnet de árbitro para este verano.
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