lunes, 1 de marzo de 2010

LA TORMENTA PERFECTA

Como siempre, los del tiempo no dan una. En Mariola la Tormenta Perfecta fue ideal para jugar al tenis, entre otras cosas.
El sábado jugamos una pachanguita entre Rafa (completamente dopado de analgésicos para sus innumerables dolores), José y un servidor. Nada que destacar.
El domingo empezamos con otra de lo mismo hasta que Rafa se retiró y nos dejó a solas a José Stepànek y a mi. Jugamos dos set que gané 6-3, 7-5 pese a que mi rival se puso 3-1 en el primero e incluso se hizo ilusiones. No contaba con la resistencia de mis 65 añitos y mis macanudos golpes de revés paralelos. Creo que le destrocé su revés por indicaciones de mi manager.
El lunes, abandonado miserablemente por mi hermano, José y yo jugamos tres set a cara de perro. Resultado lógico. Le gané los tres 7-5, 6-3 y el último en el tie-beack 7-4. Al terminar me confesó que iba a faltar una temporada, para irse a Mallorca a ver si Rafa Nadal le daba unas clases para poder enfrentarse a los "monstruitos" de Mariola, que parecen mayores pero ya, ya... Y eso que aún no conoce a Teo.
A reseñar que el sábado, en el ya clásico partido de billar de las seis de la tarde, tres mindundis (Juan el Joyero, Juan del estanquero y yo mismo), les dimos para el pelo a los dos ases del taco, Rafa y Pepe. Creo que los hemos bajado del ranking de Gálvez unos catorce puntos.

Y una anécdota para que la juzguéis a rienda suelta. La noche del jueves al viernes cayó medio diluvio universal sobre Mariola. En invierno, como siempre estamos siete gatos, todos y recalco el "todos" aparcamos los coches en aparcamientos diferentes a los propios, por aquello de que hay charcos, conviene acercarlos al edificio, etc. Siete gatos. Pues la mañana siguiente apareció sólo mi coche con un cartelito muy mojado que ponía: "está usted aparcado en un lugar que no le corresponde". Sin comentarios. Esperaremos a que el tonto de turno nos de su docta opinión que seguro que la tiene.
Y por último, la tarde del domingo, unas veinte personas del apartamento de la primera planta de la tercera fase, del balcón que da a las extintas barbacoas, celebraron una en mismo sitio donde siempre se han hecho. Y como la lluvia debió de molestarles en algún momento, se trasladaron a los bajos. Nos alegramos que, pese a los Destructores Conscientes, las buenas costumbres no se pierdan, incluso entre los que supuestamente estaban molestos por la cercanía del emplazamiento. Paradojas de la vida comunitaria que seguramente intentarán coartar publicando normas intervencionistas, muy, muy democráticas al uso.

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