sábado, 3 de mayo de 2014

SEIS PATAS PARA UN SOLO BANCO


Se acerca el verano en MariolaPlaya y los "cabezas de serie" de Las Azules empiezan a asomarse a las llanuras de pinos y a la mar salada. Aprovechando que el resto de España celebra o clama la Fiesta del Trabajo (el que lo tenga), estas figuras del tenis se han enfrentado a los ladridos de un perro (el Colmillo Blanco de Jack London persiguió a Teo toda la mañana del viernes, sin éste saber que dicho perro es de un vecino de los chalets de Miguel Ángel Sol que harto de aguantarlo lo suelta en Mariola de vez en cuando), y al viento endemoniado de este sábado. No me trasladan la crónica verídica porque ninguno de ellos es capaz de escribir dos párrafos sin dormirse en el intento; bueno Teo sí pero debe de estar en baja forma a tenor del resultado del partido, echando de menos a su compi de Las Azules con el que apenas ha perdido dos encuentros este año. 
Así que me la tengo que inventar. Lo siento, los concozco tanto que basta cerrar los ojos y ver que mi hermano Rafa habrá estado sensacional, peleando hasta en los cruces y dejándose las cervicales olvidadas hasta la hora de la siesta. El mudito de Edu habrá hecho de las suyas en la red arañando la caña de su raqueta con esos golpes a medias, imposibles de coger. Paco Barral y su grito, estilo Sharapova en masculino -ya quisieran los demás que ella estuviera en la pista-, habrá cruzado cien drives y protestado una docena de bolas que, dando en línea, él habrá visto fuera. Y Teo, mi compi invernal, habrá luchado hasta el agotamiento, fallando siete docenas de bolas al grito de "¡Teo, Teo!" para luego volverse al compañero y decirle: "hay que ganar éste juego que no me gusta nada el resultado". Mientras en la otra pista Antonio Carvajal y sus espléndidos golpes habrán hecho que Rafa Canto corra más que el tío de la Lista y, pese a devolverle millón y medio de bolas, le ha ganado tres set de cuatro, pese a que habrá cometido dos docenas de dobles faltas en dos horas y media.
Total: dos resultado lógicos en una mañana de primavera-verano, echándome los seis de menos porque ¿quién habrá tenido que poner las bolas? Seguro que todos llevaban un bote más usado que las calzas de Sancho, el alter ego de Cervantes.
Y aqui en Sevilla, José y yo rabiando por perdernos en las calles del centro a ver si a Sara le da por expulsar del Paraiso a Alejandro y revocar nuestra licencia de padre y abuelo bis.